Durante toda mi vida he sido
absolutamente posesiva con todo lo que creo que me pertenece, lo he defendido y
atesorado.
Sin embargo estoy más consiente
que nunca del daño que produce el apego, entonces como se puede amar sin
poseer, tener sin tener; mientras me hago estas preguntas observo las ramas del
árbol afuera de mi ventana y veo como son suavemente agitadas por el viento, es
muy placentero ver como se mueven, está oscureciendo acá, así es que se ven
oscuras, pero el verde de sus hojas aun es perceptible, verlas me tranquiliza,
ella están presentes y permiten que el viento las mueva a su antojo.
Cuando una se aferra, se apega,
posee, todo se vuelve pesado, hay que arrastrar el apego, hay que cuidar el
objeto deseado, no hay presencia solo cuidado, peligro, miedo a perder el
objeto amado.
Cuando poseemos nos volvemos
pesados, no podemos fluir, no podemos dejar que la vida pase a través de
nosotros como pasa el aire entre las hojas.
Cuando nos apegamos nos detenemos
y yo he estado detenida mucho tiempo, tanto que he perdido la cuenta, me cuesta
volver a fluir sin miedo, de alguna forma he desterrado casi todo lo que me
generó apego en la vida, pero así como existe la tentación del fracaso, del
éxito también existe la tentación del apego y es esta tentación, la que estoy
tratando de dejar ir de mi vida.
Nuevo aprendizaje, nuevas formas
de existir, nuevas formas de comprender al otro, nuevas maneras de tratar con
nuevas personas, a partir de una relación sana, para mí esto es totalmente
nuevo, nuevo aprendizaje, nuevo leguaje, hasta nueva forma de escribir y expresarme.
Espero sinceramente que el
escribir esto se convierta en una especie de acto psicomágico que haga que de
pronto me vuelva más ligera.
Bonito fin de semana para mí, sin
apegos, sin metas, sin planes, solo con intención de estar presente aquí y
ahora.